martes, octubre 07, 2014

Se lavó la cara.
Estaba un poco cansado de hospitales esa semana pero no le quedaban muchas faltas para las prácticas de enfermería y podía perder la materia. Salió del baño y empezó el día.
- Me ayudás con un obito?- pidió la enfermera que acababa de entrar
Salieron al pasillo, guantes, entraron a la habitación.


No hizo falta el buendía de rutina a la habitación porque si lo que estaba atrás del biombo estaba vivo, no se veía y lo que estaba de este lado no respiraba desde las 5 de la mañana.
Se quejó con él de que a la guardia anterior le importara dos o tres carajos aunque sea sacarle la sonda vesical, retirarle la vía central que ya no le servía más a nadie o tener la bondad de cerrarle la boca para que no quedara con esa expresión del grito de vangogh antes del rigor mortis. Ahora hay que romperle la mandíbula para cerrarle la boca, dijo. La taparon con una sabana hasta las partes donde iban a laburar.
- No vino nadie a verla- dijo un ser vivo detrás del biombo- se movió toda la noche...
Ella empezó a sacarle la sonda vesical y él para no aburrirse empezó a despegar la cinta de la vía central, tarea siempre ingrata con guantes puestos. Como el destino le había elegido esa tarea, la enfermera le pasó una hoja de bisturí, el arma de sus enemigos, los médicos.
Empezó a cortar los puntos de sutura que sujetaban la vía central cuando entraron dos compañeras que también estaban practicando, y el funebrero con su camilla de lata para los que ya no sienten frío, y con su bigote acostumbrado a la muerte.
- Adónde lo llevan?- pregunto una practicanta, capaz asustada por verlo con un bisturí en la mano maniobrando nada menos que sobre una vía central, terreno absolutamente prohibido para la enfermería. El miedo o la incomodidad es callejón sin salida para comentarios estúpidos.
- A la morgue, supongo- y miró a bigote esperando confirmación. Bigote escondía una sonrisa inalterable y se limitó a explicar por qué movía los muebles que estaba moviendo: porque así sencillamente siempre ganaba más espacio para su milenaria tarea. Nadie recuerda sus palabras exactas, como nadie, por mucho esfuerzo que haga, recordará jamás la cara de un funebrero, y si dice que lo hace miente; pero usó la palabra siempre como si quisiera cobrarle su destino a alguien o que al menos se le reconociera que en lo suyo, era todo un profesional.
Practicanta A se da cuenta que hombre o mujer está muerto y se pone nerviosa o por su pregunta o por la muerte o por la posibilidad de fantasmas, practicanta B dice que le parecía que los pies estaban "raros". Enfermera vuelve a quejarse ante el nuevo auditorio de lo digna del infierno que es la guardia anterior y da una prueba de lo hijo de cien mil putas que son destapando esa boca que ya no grita sus penas pero aparentemente las supo tener, y si tiene alguien que la quiso alguna vez tendrá que ser velorio a cajón cerrado, pobrecita. Pobrecita ella que tiene que sacarle una sonda con fluidos muertos, en realidad, cosa que la incomoda notablemente, y , evidentemente, también a la guardia anterior.
- No se le puede cerrar la boca?- pregunta practicante A
Nadie responde esa pregunta inútil, los que no dejaron la sensibilidad años atrás no tienen idea, si se le puede cerrar la boca o hace falta una masa de diez kilos o un palo de criquet y una habilidad secreta para hacerlo. Si alguno de los presentes conociera ese oscuro arte tal vez lo practicaría en boca de practicante A.

Al retirar del todo la vía central brota sangre ante la mirada expectante de todos que, como está muerta, esperaban que brotase otra cosa, mariposas, gusanos, o aunque sea la nada. Qué aburrido, los muertos sangran como nosotros, quién hubiera dicho. Una segunda enfermera que entró vaya Dios a saber cuándo, para no sentirse inútil y porque es la única sin guantes cortó solícita dos tiras de cinta para la gasita que empieza a chupar la sangre y se las pasó a él, que ni en pedo se acerca a una gasa con sangre sin guantes, pero tiene gran dificultad para maniobrar cinta con guantes y hace su numerito: la cinta pasa de un dedo al otro con chasquidos de latex hasta que la maldad de los objetos inanimados se compadece y se queda quieta, pegada a la piel muerta y la gasa. Nadie aplaude.
El pasaje a la camilla de la morgue es intrascendente. El pasaje al otro barrio, parece, que a veces también.
Y se pregunta eso cuando se vuelve a lavar la cara.
Y si esa mujer fue, en vida, una gran mujer? una científica que descubrió una vacuna que salvo a miles de millones de personas por ejemplo..y ellos la trataron como a la noticia de un accidente lejano, se cambia de canal y chau. Qué hijos de puta que son.
Y si no fue una gran mujer pero fue muy amada? o amó mucho? No se merecían las personas que amó o la amaron que fuera tratada como algo sagrado?... Nadie la vino a ver, lo más probable fue una yegua.
La muerte de todos nosotros es así? Tan de mierda? Si la de Belgrano, que fue un gran prócer, fue una mierda, en la soledad, en la pobreza, qué nos espera a nosotros.
Mira la hora, todavía quedan varias horas de laburo. La muerte puede ser todo lo mierda que quiera, allá ella, pero conociéndola un poco más uno aprende a saber qué hacer con la vida, con su propia vida, y disfruta más lo que carajo sea que haya elegido hacer, sentir, y si no eligió... ya va siendo hora.