miércoles, julio 15, 2015

Memorias de un abrazo

Dicen que el abuelo había hecho un pacto con el demonio. Qué culpa tendrían sus hijos? ninguna, pero debe ser difícil poder esperar algo bueno de alguien que se le ocurre asociarse de manera tan tétrica y definitiva por motivos tan pelotudos como tener un poco de plata, o lograr algo tan ciclotímico como un poquito de éxito.
Aparentemente los hijos estaban incluidos en el trato, o en algún momento los maldijo, porque terminaron todos muy mal, excepto uno. No recuerdo exactamente, cuando me lo contó mi suegro, si dijo que a ése hijo se le había ocurrido un día consagrarse a la Virgen o si por una caprichosa tía había sido bautizado en secreto. Cuestión que incluso llego a ser un buen tipo, pudo darse ese lujo. Lejos de la vida del padre terrateniente, dueño de todo, juez de paz, intendente y comisario a la vez en un pueblo de Corrientes, el hijo tenía su huertita, su paz, y principalmente su familia. Y un día sintió pena de su padre, que había terminado en un loquero. Sabe Dios si estaba loco o poseído por su antiguo socio.
En otras épocas a los locos se los encadenaba y torturaba. Hace no tanto se los usó en Canadá para experimentos. Si bien ya no se los encadena, no es un lugar ni siquiera hoy que hace mucho que se inventó algo como los derechos humanos donde la gente la pase bien. Seguramente sigue habiendo maltratos que nadie se entera. No hay nada más fácil que maltratar o experimentar con un loco, quién le va a creer?...me fui por las ramas, debo, yo también, estar volviéndome viejo.
Entonces este hijo lo fue a buscar a su viejo, y lo trajo con ternura a su casa. No sé cuánto tiempo estuvo. Pudieron ser unos días o 10 minutos, vagando en el jardín. Supongo que más que jardín sería una huerta, seguro brotaba comida de la tierra porque en esa época la sabíamos usar, lo que no me imagino es que fuera un lugar con mucho cerco, o con paredes, como pensamos los jardines hoy. No tendría el pasto rapadito seguro. Comparados con esos jardines, los nuestros son muy tristes.
Mi suegro, que en ese momento tendría 4 o 5 años, espiaba a su abuelo con timidez, desde lejos. Para él era casi un desconocido, y le daba un poco de miedo su mirada. Su padre lo descuidó un momento, habrá ido adentro a buscar la pava para tomar unos mates con padre o habrá pensado como buen hijo que era, que no había problema en dejar solo a un abuelo con su nieto un minuto.
Después de mucho tiempo es difícil recordar los detalles así que no sabemos exactamente cómo pasó, pero podemos suponer que en algún cruel momento el abuelo vio el machete. Insisto, no era un jardín moderno, era un lugar mucho más lindo y vivo, con herramientas y olor a humo, cuando la naturaleza todavía se llevaba bastante bien con el trabajo del hombre. Y repito, ése hijo quería confiar y querer a su padre, por muy basura que hubiese sido en el pasado.
El abuelo alzó el machete frente a su nieto y gritó "Los voy a matar a todos!" y cuando el machete bajó con violencia para cortar chocó con una vara de metal, que sería otra herramienta, que agarró su propio hijo improvisadamente cuando la vio venir. Por muy viejo que estuviera el padre peleó como una fiera y por muy bueno que fuera, el hijo peleó como un malevo. El nieto recuerda con claridad que volaban chispas del choque de las armas. La historia habrá contemplado mil veces la lucha visceral entre padre e hijo. A espadazos no tantas. A muerte tampoco.
Lamento que los detalles se hallan perdido. Eso pasa con la historia a veces, se pierde, se cambia. Hay una sutil diferencia en que haya logrado quitarle el machete o lo haya abrazado antes de que lo hiciera. En todo caso tenía las pelotas suficientes como para abrazarlo todavía con machete en mano. Probablemente fue para contenerlo físicamente sin lastimarlo, o tal vez pensó que o lo mataba o lo abrazaba, no había muchos finales posibles, la cuestión es que lo abrazó, y solamente así lo pudo ir calmando de a poco. Al principio todavía peleaba con el abrazo de su hijo, pero después se fue aflojando y al final se rindió, o simplemente se cansó. No lo sabemos, pero sí, es histórico: su hijo lo abrazó. y estoy seguro que ese padre no lo había abrazado nunca.
La puta, se me nubla la vista si me acuerdo de los abrazos de mi viejo. Era su deporte favorito, con ese regalo sembraba la certeza de que la vida vale la pena aunque tenga momentos de mierda...y ese hijo no tuvo ese regalo, pero lo último que le dio a su viejo fue un abrazo. Después también se rindió, no podía arriesgar a sus hijos, así que hubo que llamar otra vez a los señores vestidos de blanco, que se lo llevaron para siempre.
Nuestras familias están llenas de historias que se pierden con el tiempo. Perdón porque esta historia duele, pero había que escribirla: es nuestra historia, y ese hijo no merece que su abrazo muera en el olvido.