domingo, enero 28, 2007

Babel


Cuenta la leyenda que quisieron llegar al cielo. Y lo único que tenían alrededor era tierra, así que hicieron ladrillos... y empezaron a subir.
No creo en un Dios mezquino, que no quiera compartir el cielo, ni en un Dios que confunda. Todo lo contrario.
Pero cuenta la leyenda que Dios vio que lo alcanzaban y pensó la forma de evitarlo. Nada los detenía, estaban decididos y les faltaba poco. Nadie los bajaría de su soberbia si lo lograban. Y lo lograban porque querían lo mismo y se entendían, así que Dios les tocó la lengua, y dejaron de entenderse. Uno decía claramente algo, pero el otro entendía otra cosa. La impaciencia provocó alguna pelea, quizá. Seguían queriendo lo mismo, pero ni idea lo que quería decir el otro, por lo que bajaron, mirando al cielo con nostalgia... y respeto.
Dicen que ése es el origen de los distintos idiomas. Por culpa de aquella soberbia no hablamos el mismo idioma. Para entendernos hay que hacer un esfuerzo.
Los idiomas son muchos. Está el idioma de lo que pasa simplemente o de lo que me pasa con eso que pasa. Está el idioma de lo que te quiero decir y no puedo o de lo que te digo y no escuchás. Está el idioma que habla sin parar y el que escucha. El idioma de los hechos y de las palabras. El idioma de las instituciones, que se entienden mejor papel de por medio, con sello. Está el idioma de las armas, que cuando se hace escuchar deja sordo. Algunos idiomas son mentira. Algunos idiomas no sirven para nada, son colección de palabras.
Algunos piensan que Dios dejó un idioma para que sea más fácil. Un idioma para que se entiendan los sordos con los que no. Un idioma más profundo, que ayuda a entenderse cuando los otros fallaron. Un idioma que llega adentro. Es el idioma de los gestos. De las manos, la mirada y las lágrimas. Un idioma que habla sin palabras. Y dice mucho.

martes, enero 23, 2007

De Saint Exupery

-Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver nuevamente las rosas
-No son en absoluto parecidas a mi rosa, no son nada aún- les dijo- . Nadie las ha domesticado ni han domesticado a nadie. Son como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sintieron bien molestas.
-Son bellas, pero están vacías- les dijo todavía- No se puede morir por ustedes. Cualquiera que las vea creerá que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo el globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté. Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro.
-Adiós -dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa..- dijo el principito, a fin de acordarse.
- Los hombres han olvidado esta verdad- dijo el zorro- pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa..
- Soy responsable de mi rosa..- dijo el principito, a fin de acordarse.